diumenge, de març 29, 2009

Ernesto Milá, el escribiente en prosa y el chamán

El ultraderechista convicto y confeso Ernesto Milá, conocido en la cárcel y no precisamente como funcionario de prisiones, dedica en su blog un artículo a quienes califica de "odiadores" y se refiere en este sentido a un tal Farrerons. ¿Se tratará de mí, alguien sin importancia que, a diferencia de él --"guerrero político" hipnotizado ante el espejo y de amor narcisista pleno-- no he aceptado nunca ejercer el rol de leader? ¿De mí, que he asumido una y otra vez el modesto papel del ideólogo, redactando los programas de Alternativa Europea, Plataforma per Catalunya y Partit per Catalunya (los cuales, por cierto, siguen vigentes), todo ello, en algunos casos, sin ostentar un cargo en la organización? ¿Sin ser ni siquiera afiliado, es decir, por motivos de servicio ético anónimo? (motivos totalmente incompatibles con el autoendiosamiento ridículo que, fruto de su formación en "ciencias ocultas", y encima autodidacta, caracteriza al señor Milá).

Supongo que, al hablar de Farrerons, licenciado en filosofía, funcionario de prisiones y nacional-revolucionario hispánico en cuanto al ideario político, no se trata en ese lamentable blog del gran maestre de la logia masónica catalana con idéntico apellido. Pero, al mismo tiempo, en lo que farfulla Milá, abstracción hecha de los mencionados parámetros identificativos generales, no reconozco absolutamente nada que se corresponda mínimamente con mis pautas de conducta. De ahí que haya llegado a dudar seriamente de que el Farrerons de Milá y quién suscribe el presente pliego de descargos nombren a la misma persona.

Ahora bien, en el supuesto de que ese Farrerons carcomido por la envidia hacia el "escritor" (risas en off) Ernesto Milá pretenda -en opinión de Milá- ser Jaime Farrerons Sánchez, aclaro: a/ nunca, en toda mi vida, he presentado ningún manuscrito sobre Heidegger a una editorial que lo haya rechazado, y reto a Pinocho Ernestito a que pruebe lo contrario; b/ jamás he sentido la vocación de ser periodista y no estoy frustrado por no serlo, de manera que no tengo que autoeditarme como hace el señor Milá para satisfacer su vanidad, apestando el mundo con auténtica basura pseudo literaria que nunca querría ver asociada a mi filosófica persona; c/ en el acto de la OTAN del que habla Milá, con Colomar como oficiante principal, no hablé de Auschwitz, en realidad sólo he hablado de Auschwitz muy recientemente, o sea que Milá miente al por mayor en todo lo que rebuzna; además, me di de baja de la Plataforma Nueva Europa cuando ésta dejó de considerarse "nacional-revolucionaria", pues sepan quienes lean este blog que empezó siéndolo a instancias mías y de Colomar hasta que, a ojos del propio Colomar, de Milá y de Enrique Moreno, que seguían en esto a Julius Évola, la nación devino de la noche a la mañana un "fenómeno burgués" !Quien lo diría, yo que no he dejado nunca de considerarme públicamente nacionalista, mientras estos críticos del nacionalismo en los años 80 han pasado por mil denominaciones doctrinales, lo que no les impide ahora presentarse de repente en el escenario de la ultraderecha a salvar precisamente la nación amenazada, y encima amenazada por ese mismo islam que, también en los años ochenta, !oh parajodas!, alimentaba sus arcas doctrinales a base de ociosas lecturas de René Guénon; d/ da pena que Milá me reproche haber desfilado por tres partidos políticos, cuando, siendo decenas las organizaciones que han tenido la desgracia de tratar con él, su trayectoria en este sentido sea infinitamente más extensa que la mía, pero también más vergonzosa, porque yo nunca he sido expulsado de ningún partido -y puedo probarlo presentando las correspondientes documentos de baja voluntaria, en algunos casos publicados por la prensa-, cosa que Milá no puede sostener en serio; ni he intentado reventar organizaciones enteras actuando a sueldo de oscuros agentes de las cloacas, algo de lo que este "escritor" (risas en off otra vez) no se puede desentender tan a la ligera (existen demasiados testimonios en su contra y algunos de ellos trabajan o han trabajado para los servicios de información del Estado y han llamado por teléfono a terceros para amenazarnos en nombre del CNI si seguiamos vulnerando la ley de secretos oficiales); e/ es cierto, he pasado por varios partidos políticos y los he abandonado porque, una vez conocida la idiosincrasia ética de sus dirigentes (el caso de Anglada es flagrante), no se correspondían con lo que para mí debe ser un liderazgo aceptable, pero, ¿puede reprochárseme que deje atrás a los individuos en los que dejo de creer (el primero, ya en mi juventud, el impostor Ernesto Milá Rodríguez), cuando es precisamente por motivos ideológicos y éticos que una persona decente debe normalmente afiliarse y darse de baja de este tipo de organizaciones? ¿Resulta tan extraño que alguien que se afilía a un partido lleve consigo en su equipaje ciertas legítimas expectativas que orienten su acción y que, si éstas no se cumplen, se vaya? ¿O, por el contrario, debería seguir allí por algún motivo ajeno a la ideología y a la ética, un motivo quizá incluso hasta inconfesable, como es propio de los saboteadores del Cesid? Porque no me parece grave cambiar de partido para poder seguir siendo fiel a la ideología, lo grave es cambiar de ideología -o no tener ninguna, excepto el culto al "político" como tal- para satisfacer los intereses de un partido. O sea, que sí, que he militado en varios partidos y al final me he alejado de los mismos, pero, en cambio, es totalmente falso que yo les haya dado el portazo porque unos guerreros evolianos emplumados que se consideran superiores de nacimiento (sin otra prueba de esa elevación que, supongo, el especial ruido de sus ventosidades) y en cualquier caso siempre por encima de la razón, no quisieran escuchar peroratas filosóficas: nunca, en toda mi vida, he hablado de filosofía en los actos oficiales de un partido; f/ ENSPO no fue jamás una organización partidista, sino un proyecto cuyo papel y sentido metapolítico he explicado en varias ocasiones (no voy a repetirme aquí), en cualquier caso no pretendí hacer política con el Ens Potencialista, sino plantear la diferencia entre una empresa de marketing basada en cierto recetario económico (los tinglados electorales del sistema) y un proyecto político que esgrime una alternativa de valores éticos a la sociedad de consumo, principios que, forzosamente y salvo fraude -y ahí empiezan los problemas para la gente como Milá-, deben ser encarnados existencialmente por quienes los reivindican; g/ Milá ha escrito toda clase de basura pseudo literaria sobre, por ejemplo, la magia, a fin de intoxicar el campo nacional-revolucionario con ideas de carácter irracionalista, pero si no es así, si cree firmemente en lo que ha emborronado sobre los sufridos papeles que soportan sus pestíferos eructos mentales, entonces aquello que está en entredicho no es su honestidad intelectual, sino simplemente su salud psíquica, y no puede andar insinuando que yo necesito un psiquiatra cuando él ha sostenido ante varias personas -en un hotel de Zaragoza, si no recuerdo mal- que "cree" en algo así como el "rayo verde" en cuanto arma mágica contra los artilugios técnicos de la (mera) razón: alguien que reivindica tales milongas iniciáticas con él mismo puesto en un pedestal como chamán de turno para impresionar a algunos pobres chavales y destrozarles el espíritu de una tacada, es, o bien un cínico que trabaja para terceros con fines poco amigos de la luz, o bien un desequilibrado mental -o bien, tal vez, ambas cosas al mismo tiempo-; h/ no siento la menor envidia hacia Ernesto Milá porque se autoedite libros deleznables pagándolos, en el mejor de los casos, de su bolsillo, pues mi presunto rencor debería entonces dirigirse más bien hacia las miles de personas que cuentan con editoriales reales que les financian sus obras y son auténticos escritores profesionales consagrados ¿Por qué precisamente iba a envidiar a un plumífero autoeditado que vomita auténtica porquería digna de lástima y no a Ken Follet, Julián Marías o Paco Umbral, pongamos por caso? ¿Por qué, si me muero por ser un Hölderlin y no puedo, habría de fijarme justamente en Ernesto Milá y no en el articulista y catedrático Francesc de Carreras, el inspirador de Ciutadans (al que desprecio)? Lo que me hace compadecer, lejos de odiar, a Ernesto Milá, no es su... "éxito literario" (!!!jua, jua, jua, jua, jua!!!!), sino su trabajo de envenenamiento de una generación entera de militantes NR, que han sido apartados del genuino conocimiento, a saber, la ciencia y la filosofía, para caer en el pozo hediondo de cosuchas como el esoterismo, la teosofía, la alquimia, la magia, el islam, etcétera, todo ello en beneficio del sistema, que ha promovido, a través de Milá y de sus repugnantes amigos del Cesid (y él ya sabe de qué clase de serpientes estoy hablando), esta identificación personal irracionalista, política y humanamente ruinosa, de los futuros cuadros del movimiento, abortando de antemano toda posibilidad de acción política seria en el campo NR. Y ahora, cuando la historia nos ofrece una oportunidad única, que nunca se repetirá, de pasar a la ofensiva, resulta en España no disponemos de las organizaciones ni del personal necesario, por culpa, precisamente, de gentes como Milá.

Desde hace décadas -en realidad, casi toda mi existencia- estoy embarcado, es cierto, en la fundamentación ideológica de un proyecto político NR basado en Heidegger, el filósofo más importante del siglo XX como reconocen incluso los antifascistas más belicosos del gremio de Sócrates (véase, v.g., Jürgen Habermas). Este mi plan de vida por el que, al parecer, debería sentir vergüenza al decir de ciertos chivatos parapoliciales semianalfabetos, me ha llevado a cursar estudios universitarios y a presentar trabajos de investigación que han sido muy bien valorados por el tribunal académico. He intentado traducir este esfuerzo y este logro en herramientas concretas de lucha, es decir, en programas políticos que, insisto en ello, siguen vigentes, como el de la Plataforma per Catalunya, a pesar de que Anglada, con su aceptación del rótulo de racista y xenófobo como peaje por la publicidad mediática gratuita de los medios, no lo cumpla. No tengo prisa en publicar, quizá llegue el momento, pero cuando lo haga, no será desperdicio milanero lo que vea la luz, sino una propuesta de pensamiento seria y digna de crédito, algo que los escribientes y delatores de La Casa no pueden ni soñar sacar de sus mentes, porque su intelecto es incapaz de ir más allá de informes tácticos y de pretensiones pseudo espirituales acordes con los refritos teosóficos de escritorzuelos como Guénon, Evola, Serrano... En suma: no creo que haya ONVIs nazis en la Antártida, ni que Hitler fuera el último avatara o cretinadas semejantes. Discúlpenme los ingenuos que se hayan tragado el cuento.

Hasta que llegue el momento, prefiero no publicar nada, menos todavía por el simple afán vanidoso de ver mi nombre impreso en una portada y poder envanecerme ante ilusas mujeres en calidad de "escritor". Como dice Nietzsche: el mundo de la cultura apesta a chusma que escribe. Hay demasiados libros. La tecnología le permite pavonearse como profesional del pensamiento a un mentecato iletrado cualquiera. Así que conste que he podido publicar ya en varias ocasiones y existe un libro apalabrado, mi tesis doctoral, que le pienso enviar al señor Milá gratuitamente, por aquéllo de que quizá aprenda algo. Pero no sufro por ello. Lo que yo deseo de verdad es poner en marcha un proyecto que alguien como él, en su vacuo cinismo de Realpolitik barriobajera, no puede ni siquiera llegar a imaginar.

El pedestre y torrentista señor Milá, herido en su vanidad por ciertas informaciones aparecidas en internet a lo largo de años, no da más de sí, es un incompetente intelectual y sublima su inepcia con burlas patéticas sobre presuntos "rollos filosóficos", léase: conocimientos y disciplinas que le rebasan. El guerrero evoliano, quien caga de pie sobre las ruinas... de la ética, y cabalga un cochecito de madera -no tiene carnet de conducir- llamado tigre en el contexto de su tempranamente perdida dignidad política, se ha mirado una vez más a sí mismo al espejo al final del camino y se quiere, en el postrero sueño de una existencia repleta de pretensiones vulgarmente enormes pero frustradas, un escritor consagrado que "ha publicado más de treinta libros", pero que olvida el hecho de tener que trabajar a comisión en la venta de pisos, que visitar una mañana sí y otra no la oficina del INEM, que recurrir, él mismo lo reconoció, a los estados alterados de conciencia para superar sus frecuentes crisis psicológicas... Pues este personaje enfermo de soberbia y por este motivo lleno de odio hacia todos los que no se le someten (él ha querido mandar, yo, por el momento, repito, me he conformado con el segundo plano del ideólogo apoyando a energúmenos que no me rozan con su calva ni la suela del zapato), sabe que cívicamente, y más allá de la anécdota periodística sobre la ultraderecha, no es nadie, que carece de prestigio y credibilidad, que no tiene profesión conocida (o la tiene, y demasiado conocida, pero eso no es digno, y ni siquiera da para vivir) y, en los momentos de lucidez, cuando desciende a la realidad desde el cielo ficticio de su mente nutrida por las sustancias gnoseológicas, entiende también, en fin, que no puede llamarse periodista -mucho menos, escritor- porque nunca ha ejercido como tal y porque no aprendió a escribir excepto como escribiente autoeditado de panfletos infumables sin interés.

El señor Milá no explica que escribe, sí, pero en revistas "esotéricas", que es como decir en la prensa rosa pero todavía un escalón más abajo... ¿Es cocinero un churrero? Sí y no. En cualquier caso, ¿podría yo envidiar a un periodista del corazón o a un articulista de "Karma 7" o de "Mundo Desconocido"? No sólo no los envidio: para mí sería una mancha en mi trayectoria verme asociado a semejantes negocios de tercera división, siempre al límite del fraude. Milá intentó montar una revista de seguridad, pero no le salió bien, el balance fue un tanto (in)seguro; quiso dirigir un suplemento mágico en el diario "El Mundo" (donde no le conocían, al parecer), pero -según me han contado- bastó una llamada a "El País" explicando cuáles eran sus méritos para joderle el invento; era allá por el año 1997... Milá ha montado su editorial, Pyre -no voy a caer en la broma fácil de sugerir que se trata de una firma de pyrados, no-, desde la que intenta dar lecciones de geopolítica acreditándolas con un currículum impresionante... ¿Cuál y de dónde? ¿Quizá de la universidad de verano del carnicero dictador sudamericano García Meza? Tal vez fue allí, en efecto, que Klaus Barbie le concedió un doctorado horroris causa. Pero, ahora en serio, ¿con qué autoridad puede pontificar Milá de temas científicos, politológicos, diplomáticos? ¿Acaso con la que le concede la parapsicología? Es ufólogo (la cosa va de naves espaciales). La verdad es que no se entiende eso de que se pretenda escritor. Un escritor escribe ensayo, literatura, poesía... Un profesional literario vive de su trabajo en las letras. Milá gasta dinero en publicar bodrios sobre magia... Pero si él es feliz pensando que se merece el título de escritor, adelante, acepto pulpo como animal acuático y Milá como "intelectual" neonazi (véase Wikipedia).

Mas yo sí puedo decir que tengo una profesión de verdad o lo que la mayoría de la gente entiende por tal, a saber, la de funcionario público de instituciones penitenciarias, y no necesito propinas cloacales ni editoriales fantasma para llegar a final de mes: gano más que un profesor. Cursé una carrera universitaria y gané unas oposiciones. He obtenido el Diploma de Estudios Avanzados (suficiencia investigadora) o D. E. A. y preparo una tesis doctoral. Evidentemente, méritos muy menguados de los que no cabe ensoberbecerse, sobre todo ante el saber que un "iniciado" puede obtener mediante el LSD, por decir algo. También es cierto que determinados acontecimientos me han hecho avergonzarme del comportamiento de algunos carceleros que no reconozco como colegas míos, pero sepa el señor Milá que mi sueldo -y eso es lo que define la profesionalidad, conviene subrayarlo: la nómina- es fijo como el de todos los funcionarios, con la diferencia de que, para más inri, de lunes a viernes no estoy obligado a fichar, soy un hombre libre porque gracias a mis méritos he ganado por concurso un horario laboral envidiable que me hace independiente de cosas como las que mueven a los desesperados adictos a los fondos reservados. También es verdad que conservo la ilusión de ser profesor de filosofía en un humilde instituto de secundaria (trabajando de lunes a viernes y ganando menos), pero, de momento la cosa tira para largo; lo que tengo claro es que nunca hubiera preferido ser como el señor Ernesto Milá, aunque él se revuelque de placer pensando cómo le envidio, una forma como otra de evadirse de su patética realidad cotidiana y de su "edificante" pasado de hombre "cumplidor de la ley" (¿risas o llantos?).


Es falso que sólo me dedique a hacer recuentos, a abrir y cerrar celdas (Milá sólo conoce nuestro trabajo por lo que un preso ve en la galería, y no por casualidad), sino, de un tiempo a esta parte, a la dactiloscopia y otras tareas harto complejas, como informes sindicales (a la fiscalía, a Amnistía Internacional, a la Universidad de Barcelona) y verdaderos trabajos de investigación que, estos sí, han aparecido en los medios de comunicación (aunque no cobre por ellos). Frente a los subproductos de otros grises personajes (en esto tiene razón Milá, él es una criatura crepuscular de un perfil tremendamente grisáceo, como las gabardinas de la policía), cuyos zurulos mentales son sufragados con los recursos del "montepío de reptiles" que se presupuestan para tales menesteres escatológicos, yo, que no me siento un guerrero evoliano ni un intelectual -!!!Dios me libre!!!-, sino un simple mortal dispuesto a dejarse la piel por una causa, la de la verdad, que considera digna de los mejores adalides, no me quiero ahorrar el cansancio y la seriedad de ascender los esforzados escalones tanto del conocimiento científico (tarea que, al parecer, tiene su sede en la universidad, pero ¿sabe Milá lo que es eso?), cuanto de los deberes profesionales o vocacionales en el sentido más decente del término (que Milá desconoce), en mi caso la función pública penitenciaria, el camino que escogí hace ya mucho tiempo y al que he dedicado también no pocos menesteres de pensamiento y acción (pregúnteseles si no a los carceleros de extrema derecha, quizá amigos suyos, a los que he torpedeado tres sindicatos: USO, Catac y, ahora, UGT, sección prisiones).

Así que le recomiendo a Milá que se olvide de mí. Yo, por mi parte, ya he puesto al guerrero evoliano en su lugar, que es el de una rana aplastada al paso de un coche deportivo, y no pienso perder ni un minuto más con el aburrido tema de replicar a las pataletas narcisistas de un enorme ego herido que quiso ser jefe pero al que las urgencias económicas del día obligaron, sin que razonablemente abandonara tan delirantes pretensiones, a prestar sus dudosos servicios precisamente en el campo contrario y en provecho de aquéllos canallas a los que (supuestamente) quería hacer morder el polvo.

En definitiva: no, no acepto a Milá como Führer, no me someto a él y además lo considero un político torrentista ridículo que intenta hacer chistes sin ninguna gracia y juega a ser irónico pero nunca logra despegar de la mediocridad más somnolienta. Milá no puede, empero, tolerar que le recuerden cuál es su patencia de fracasado político y profesional. Le irrita que no le reconozcan su presunta jerarquía de dirigente y de depositario del conocimiento iniciático -superior a la mera razón- al que él dice tener acceso privilegiado pero que al parecer no le sirve más que para el marketing inmobiliario y las chapuzillas editoriales. Está indignado porque no contribuyo a inflar el globo circense de su liderazgo, pero, ¿qué le voy a hacer si no sólo no creo en él sino que la simple idea de tormarme en serio a semejante personaje, con su filosofía de pacotilla, su rayo verde y su magia para tontos, desencadena en mí compulsivos ataques de risa? ¿Puedo yo evitar que esté públicamente desprestigiado a ojos de todo el mundo, pero insista -!oh, sueño de juventud!- en capitanear a la extrema derecha como inminente Le Pen de las Españas? No es por soberbia que yo me niego a tener en consideración a Milá, piénsese que yo acepté un tiempo a Anglada como presidente de la PxC hasta que sus inercias ultras y su falta de respeto hacia las personas que con él colaboraban por idealismo me obligaron a detraerle mi -hasta entonces- encendido apoyo. Pero Anglada es más eficiente, serio, constante y realista que ese hazmerréir político ciclotímico llamado Milá. Así que no puedo comprender su rencor hacia mis críticas, en las que yo nunca le he nombrado directamente. Que reflexione: no es alguien de confianza, no tiene medios ni formación, ha traicionado a todo el mundo con auténticas puñaladas traperas, se adora a sí mismo y uno sabe que, tarde o temprano, montará la habitual "ernestada" narciststa, que justificará ante su conciencia como la necesaria genialidad del aventurero en medio de una gente mediocremente leal; hay, además, indicios más que creíbles de su vinculación con la empresa del alcantarillado, sostiene ideas cachondísimas sobre la verdad y la racionalidad, en fin, que como número cómico o personaje de ficción humorística, muy bien, pero no puede odiarme porque no le acepte como dirigente.

Te lo digo en primera persona, Ernesto: lo siento, payaso mágico-iniciático, que te jodan, no te voy a obedecer, te pongas como te pongas. Y ahora lánzame el rayo verde. !Venga! !Chamán! !Que tú puedes hacerlo y no necesitas matones búlgaros para tapar la boca del desafecto! Sigue, por lo demás, con salud, que a tu edad hay que cuidarse.

Jaume Farrerons
29 de marzo de 2009