dijous, de desembre 17, 2009

Catalanismo y judaísmo



Existe una sola manera en el mundo de ejercer como ultraderechista de tomo y lomo sin que te acusen inmediatamente de "nazi", a saber, como ultraderechista judío. La cosa resulta tan sabrosa que incluso puede suceder, y sucede de hecho a menudo, que a los nacionalistas radicales hebreos les califiquen de ultraortodoxos a fin de eludir la palabra "extrema derecha", la cual, en muchas mentes "progresistas", funciona como sinónimo de "asesinato" o, incluso, de "genocidio". En honor a la verdad, hay que reconocer que cada vez son más los periodistas que se atreven a romper el tabú y hablan de una "extrema derecha israelí", pero nunca van más allá, como si los extremistas étnicos judíos sólo detectáranse en Tel Aviv. Empero, algo es algo. En cualquier caso, ese concepto de "extrema derecha", la israelí, pocas veces equivaldrá semánticamente a racismo, a pesar de que el Estado de Israel sólo admite como inmigrantes a ciudadanos judíos de sangre, haciendo todo lo posible para expulsar de su tierra natal a los palestinos que la habitan desde tiempos inmemoriales. Así, en el año 1948 emprendieron la realización del Plan Dalet (que incluye el uso de la fuerza militar, del terrorismo y de la limpieza étnica) con el fin purificar su tierra, destinada, al parecer, al pueblo elegido por Dios, según mandato divino, como Franco. Y, en fin, la ONU calificó el sionismo de racismo, aunque luego, para más burla, rectificó a instancias de Bush (padre) sin explicar el porqué. Pero ésta es otra historia que requeriría, como poco, un post entero para narrarla.


La estelada comunista de camino hacia Jerusalén
 
La cuestión aquí es que esta exclusividad hebrea en el ultraderechismo "permitido" ha hecho soñar despiertos a muchos catalanistas. En efecto, se podía ser un ultra, cometer todas las atrocidades que habitualmente se atribuyen a los ultras (en muchos casos, aunque no siempre, con razón), pero salir moral y políticamente impoluto de la fechoría. Algo así no se podía dejar escapar, visto que la oligarquía catalana es una trama delincuencial dedicada de forma sistemática a perpetrar delitos y no descarta la opción del asesinato (véase Joan Cogul) para alcanzar sus objetivos de enriquecimiento y poder. De manera que los catalanistas oligárquicos -que lo son todos- analizaron la cosa y, con el permiso de los judíos, decidieron abonarse a una suerte de hebraísmo subsidiario.

Para ello, en primer lugar, tuvieron que olvidarse de las persecuciones antisemitas, que también han existido en Cataluña.

La oligarquía catalana, originariamente católica de conveniencia, tuvo que olvidarse también de que, bajo el gobierno del republicano Lluís Companys, la derecha catalana fue sometida a persecución y exterminio, hasta el punto de tener que esconderse bajo las faldas de Franco para salvar la vida. En la posguerra, derrotado el fascismo europeo, estos desagradecidos empezaron a ponderar la conveniencia de cambiar de bando, algo que sólo se atrevieron a convertir en tímida realidad cuando la dictadura estaba ya en las últimas y se evidenciaba cuál iba a ser el final del cuento, a saber: la muerte del Generalísimo, que pondría a los oligarcas catalanes, a las familias católicas ricas de Montserrat, en el lado de los perdedores y, por ende, en la puta miseria, una situación que no podían consentir, porque implicaba soltar el país -Cataluña- que tenían cogido por los cojones y no dejaban de exprimir, estos cabronazos, desde hacía siglos.
 
El pacto de la mentira
 
Así, fraguaron su impostura, a saber, el pacto con la izquierda catalanista (también burguesa) y su absorción como escudo de protección frente a las previsibles e inminentes turbulencias de la transición. Católicos de misa y marxistas de cátedra se sentaron a la misma mesa, a la hora del té, para perfilar la operación de blanqueamiento moral de los ricachos abonados hasta entonces a la dictadura. Esa fue su "oposición" al franquismo. Pujol, es cierto, se dejó encarcelar para expiar, en nombre de toda su casta, el vínculo con el "fascismo" y, finalmente, en poco tiempo, los palacetes de Pedralbes segregaron un extraño aborto ideológico que era una mescolanza de socialismo y cristianismo, con los "valores modernos" cristiano-secularizados como raíz común (tal como había denunciado Nietzsche, pero en un sentido positivo). Este pacto de la mentira es el origen de la Cataluña contemporánea. De la indignidad actual, vamos. Se denomina oasis catalán. Cuando se descubrió -hace poco, por cierto- que el comunismo había sido incluso peor que el nazismo, la derecha católica les devolvió el favor a los cristosocialistas oligárquicos (Maragall, PSC) obviando ciertas evidencias molestas, entre ellas la criminal persecución de los católicos y de los conservadores bajo la Segunda República.

 
La siguiente contorsión moral consistió en identificar el catalanismo con el antifascismo, es decir, en manipular la historia y girarla del revés, como un calcetín. A tal efecto, la propia oligarquía presentó en escena a los grupos de niñatos racistas que caracterizaron y caracterizan todavía el independentismo radical catalán de ideología marxista-leninista ortodoxa. Puro teatro de desfascistización perpetrado por hijos de la zona alta de Barcelona y algún acomplejado de apellido castellano que quiere ganarse así un pedigrí de pureza nacional. La impostura, empero, cuajó. Su bandera: la estelada, es decir, una estrella roja comunista plantificada en medio de la catalana senyera de siempre. El significado de ese símbolo, totalmente ajeno a Cataluña pero vital para la blanquear el nacionalismo ultraderechista, racista y reaccionario de nuestra repugnante oligarquía es claro: Cataluña se opone a España porque España significa "el fascismo", con el que entronca a través del régimen franquista, aliado de Hitler. Visto que Cataluña fuera reprimida por Franco, el catalanismo está en el lado correcto de la vida, es decir, en el de las "víctimas del holocausto"; y su nacionalismo es un equivalente del judío. Tenemos, además, el libro de Montserrat Roig Els catalans als camps nazis... Un nacionalisme defensiu, lo llaman, y con tal sutil distinción quieren decir: un nacionalismo al que se le debe dar cancha e impunidad frente al nacionalismo español, que es "ofensiu" y, por ende, ha de ser estigmatizado como "nazi" (de ello se encarga TV3). Que Franco o Mussolini salvaran el pellejo de muchos judíos no importa. Que ellos mismos, o sus padres o abuelos, fueran amparados por el bando nacional como católicos perseguidos por la "bestia roja", tampoco importa. Estos pequeños detalles y otros pueden dejarse de lado ante el esplendor del oro que, ya a distancia, promete la utopía independentista en provecho de las 200 familias oligárquicas catalanas.

Jueus de España

No pocos catalanistas se dedican a explotar el filón hebreo repitiendo allí donde les dejan que los catalanes somos los judíos de España, algo que antes era un insulto popular pero que ahora, con la tortilla ya girada, puede convertirse en el punto de partida de un poderoso negocio político. Detalles: hasta el propio Duran i Lleida imparte conferencias y mítines arropado por una inmensa estelada. Él, un derechista convicto y confeso, perora bajo un símbolo marxista (el de Terra Lliure) sin inmutarse.
 
En Israel, el ultraderechismo antifascista funcionó para montar un Estado racista, criminal y genocida, ¿por qué no aquí? ¿No se trata de "limpiar" el país de castellanohablantes como los sionistas limpian Israel de palestinos? Sin embargo, los ultras españoles y de otros países se han quedado hace ya tiempo con la copla y empieza a ser moneda corriente levantar banderas de Israel en manifestaciones contra las mezquitas. La bandera israelí opera como un objeto mágico que ahuyenta los malos espíritus periodísticos. Basta ser católico para disfrutar de muchas cosas en común con el judaísmo, empezando por ese antisemitismo, alimentado durante siglos por la Iglesia romana, que los propios sionistas atizan como necesario combustible reactivo de sus ardores patrióticos.
 
¿Y la verdad, la objetividad, etc.? La memoria y la decencia son cosas molestas que se pueden dejar por el camino. Y en esto nuestros abyectos catalanistas tienen a quien parecerse aunque su inanición no sea tan humillante como la de los dirigentes españolistas y, por lo tanto, no estén tan justificados en su impostura filosionista. Pero el hombre, permítasenos incurrir en este lugar común, es un ser insaciable, nunca nos conformamos con lo que tenemos.
 
La oligarquía catalana vive muy bien al abrigo de las instituciones autonómicas, que constituyen para ella (no para los ciudadanos) una fuente de riqueza y estatus considerable, asegurada además para siempre, si saben administrarla. Pero quieren más y van a provocar un problema grave. Lo sé. Necesitan subjetivamente controlar el país y sacarle hasta la última gota de sangre. Tienen que ajustar cuentas, pero no con España, sino con los catalanes desafectos a la mafia catalanista, que eso es, en el fondo, el catalanismo: el control vindicativo de la población autóctona. A tal efecto, han de hacer uso de un nacionalismo excluyente, ultraderechista pero políticamente correcto. Israel es el modelo y el antifascismo hipócrita de estos fariseos, racistas y, ayer, franquistas y antisemitas, se apunta como extemporáneo marchamo de legitimidad, slogan permanente que repetirán hasta el hartazgo allí donde les escuchemos rebuznar.

 
Jaume Farrerons
La Marca Hispànica
17 de diciembre de 2009

dijous, de novembre 19, 2009

Metástasis del pujolismo

Los últimos escándalos han puesto en evidencia algo que la ciudadanía catalana ya sabía pero los políticos negaban, a saber: que no cabe hablar de “casos” de corrupción, sino de un sistema corrupto del que son cómplices, por acción u omisión, todos los partidos representativos, casi sin excepción. El hecho de que el Parlament conociera las irregularidades contables del Ayuntamiento de Santa Coloma y no moviera ni un dedo para investigar los hechos constituye una pieza de convicción irrefutable de la putrefacción de toda una clase política.


Coherentemente con ello, se sigue respetando a quien ha sido el inventor del modelo corporativista de “ley del silencio” mafiosa que impera en Cataluña y que hace de la corrupción un hecho intrínsecamente vinculado al actual catalanismo. Ese hombre es Jordi Pujol i Soley, alguien que con el caso Banca Catalana puso los fundamentos del oasis catalán. Estamos ante un dispositivo de opacidad informativa en virtud del cual toda crítica a lo que no funcione en el país se considera un acto antipatriótico. Bajo tal paraguas ideológico, los corruptos, los incompetentes y los criminales se han sentido impunes durante décadas y, claro, el cáncer se ha ido extendiendo hasta enfermar la totalidad de los tejidos institucionales, generando una auténtica metástasis.


El estallido coincide con una crisis económica mundial de consecuencias devastadoras, de manera que este “hecho diferencial” específico del sistema político catalán nos hace singularmente vulnerables a los catalanes, pues supone la desmoralización y pérdida de valores de toda una sociedad. Cataluña no se recuperará hasta que se levante la veda del pujolismo y del personaje Pujol, lo que implica un verdadero ajuste de cuentas con el pasado y un relevo generacional en todos los partidos o bien, en caso de que éstos se empeñen en mantener el dispositivo oligárquico imperante, la fundación de organizaciones alternativas, asamblearias y democráticas, de ciudadanos autónomos.


Es necesario, sin duda, un cambio profundo, pero se equivocan quienes crean que éste vendrá de un nuevo gobierno de CiU. Artur Mas, nombrado a dedo por Pujol como su “heredero”, es “más de lo mismo”: la perpetuación directa y flagrante del pujolismo. No hablemos ya de Duran i Lleida, paradigma del catalanismo corrupto. Apoyar actualmente al nacionalismo “de siempre” equivale a querer apagar un incendio con gasolina.

Jaume Farrerons

19 de noviembre de 2009

divendres, de setembre 11, 2009

Nacionalistas catalanes: miedo a eyacular

El nacionalismo catalán está en crisis. Aunque la gran masa de sus seguidores no sea demasiado consciente de ello, los dirigentes políticos de la impostura separatista sí lo son. ¿En qué consiste esta crisis? Pues, simplemente, en el agotamiento del modelo pujolista, consistente en aplazar para el futuro una independencia mítica, un paraíso por venir pero instalado siempre en el horizonte y, mientras tanto, ir chupando del bote. Sus propias palabras les exigen pasar a la acción o desaparecer, pero los políticos, acostumbrados a la buena vidorra institucional, saben que esto puede ser muy, muy duro, y no se acaban de aclarar, por decirlo suavemente.
 
De un lado, quieren asegurarse en propiedad el utópico valor "independencia futura" que les da de comer, de otro, tildan de irresponsable extremista a quien parezca tomarse en serio esta palabra. El caso Carretero es muy claro. El partido más inclinado a representar el papel de desmelenado en toda esta comedia patriótica pseudo catalanista ha desgustado ya las administraciones y conoce las mieles de la poltrona. ERC siente pavor de sí misma y por eso pacta con el PSC: es una forma de ir alargando el pujolismo, deliciosa travesía del desierto, con la excusa de que, ante todo, son un partido de izquierdas y no quieren revolcarse en la cama con los derechistas de Convergència i Unió. Falso, ERC es también un partido de derechas y, además, de la peor especie.
 
Por su parte, Artur Mas (más de lo mismo) invita una y otra vez a ERC a cuadrar la ecuación ERC+CiU=Cat, pero esto sólo significa para muchos recuperar el poder y el tren de vida que caracterizó su larga etapa clásica de chuponaje (Catalanisme i Progrés). Otro sector de CiU, los soberanistas, quieren representar la farsa del rasgamiento de vestiduras (ens roben!) en competencia con ERC y son conscientes de que si se alían con el partido de Carod-Rovira y Puigcercós ya no tendrán excusas: la propia lógica del estar obligado a demostrar que ellos son más nacionalistas que ERC escapará tarde o temprano a su control. Temen hacer el ridículo -síndrome de octubre del 34- y que la bicoca se acabe de forma definitiva tras un desastre descomunal harto presumible.
 
El abismo se abre ante ellos. Sienten angustia. Cuando reclaman la independencia, saben que es un farol, están aterrorizados. Cobardes.
 
El caso de Duran Lleida es ridículo: este oportunista donde los haya un día antójase independentista y al siguiente sueña con ostentar cartera de ministro en Madrid. Sólo piensa en su culo y en su carrerita personal. Poder. El sillón y la secretaria (!ay, la secretaria!) es lo que más le motiva en la vida. Así, si en su entorno alguien habla de independencia, lo tacha de radical, pero horas más tarde pronuncia un discurso bajo una estelada, ignominioso símbolo del comunismo de Terra Lliure. Duran i Lleida es la expresión pura y dura del catalanismo cobarde, mentiroso, corrupto y criminal que corroe por dentro esta comunidad autónoma. Cara duran.

Finalmente, está el factor vasco. Los nacionalistas catalanes se habían acostumbrado a que el nacionalismo euskaldún ejerciera de partida de la porra en el anhelado proyecto de destruir España. Por cierto que los catalanistas, si pudieran, desmontarían el país de una tacada. Pero lo que más temen es tener que verter su preciosa sangre de parásitos oligárquicos por la patria que tanto dicen amar y que en realidad no representa otra cosa que su modus vivendi.
 
Eran en efecto los vascos, tan brutos ellos, quienes tenían que derramar la sangre propia y de otros, mientras aquí se jugaba a la moderación y al farisaico gradualismo. Pero en el nacionalismo euskalherríaco la crisis es todavía más profunda que en el catalán. La descomposición política de la izquierda abertzale ha dejado el relevo en manos de los burgueses del PNV; éstos, empero, después de extorsionar durante años con el secesionista Plan Ibarretxe, han demostrado que sólo eran otro buñuelo de viento. España no debe temer nada frente a semejante caterva de vividores. Con cuatro milicias patrióticas y el cabo los derrotaríamos, nosotros, que no tenemos miedo a morir por nuestras ideas.

Los nacionalistas catalanes están, pues, solos con su "heroísmo" del soldat català, un heroísmo del que, empero, carecen totalmente. Prisioneros de sus contorsiones, saben que deben avanzar hacia la independencia y que, si la quieren, han de dar ya el paso al frente, pero no se sienten capaces, les tiemblan las piernas. El montillismo es la expresión de esta extrema putrefacción de la narración histórico-ideológica que, como un coito, iba del catalanismo (penetración) al nacionalismo (frotamientos) y de éste al orgasmo profético-utópico de la independencia nacional.

!Ni más ni menos que el paraíso! Esta ideología toca a su fin porque nadie, excepto desequilibrados como Carretero o los grupos radicales de extrema izquierda marxista, quiere arriesgarse después de un cuarto de siglo aplazándolo en nombre de una presunta moderación que, en realidad, era otra cosa muy diferente. Tienen miedo a eyacular, no sea que, a renglón seguido, algunos ciudadanos indignados y armados les recuerden que provocar una guerra civil tiene su precio.

Jaume Farrerons
11 de septiembre de 2009

 

dijous, de setembre 10, 2009

Mi trayectoria de "derechista" y "chaquetero"


Mi primera militancia política siendo todavía menor de edad fue en las Joventuts Socialistes de Catalunya, de donde salí "pitando" al cabo de unos meses ante el ambiente de mezquindad y oportunismo que allí se respiraba (eran los primeros años de la transición y la cerdada progre se estaba repartiendo el pastel). Así que, a todos los efectos, puedo afirmar que de hecho procedo de la Falange Auténtica (hedillista) donde forjé mi sensibiliad política como militante patriota y antifranquista a los 16 años de edad. Rechazo por principio a la extrema derecha y desde la fundación de la asociación cultural ENSPO en el año 1984 me defino como nacional-revolucionario hispánico y europeo. La asociación ENSPO es calificada de antirracista, anticapitalista y antimarxista por la Enciclopedia Catalana. Mi madre es comunista y mi padre estuvo preso en un campo de concentración de Franco (precisamente en Cervera), donde fue maltratado y expoliado por los "nacionales" a pesar de ser una persona apolítica.


Intenté fundar un partido NR con la Plataforma Nueva Europa (1988), en la que me alié con el ex trotskysta Juan Colomar, pero los ultraderechistas Milá y Moreno reventaron el proyecto. Decepcionado, y después de algunos intentos fallidos con Tercera Vía Solidarista, decidí adquirir experiencia política fuera del área, porque lo que no quería era mezclarme con ultras o falsos NR. Milité, buscando conocimientos prácticos, en el PP (seis meses), CiU (un año, por motivos relacionados más bien con mi trabajo como funcionario de prisiones y con el tema de los malos tratos a presos que por cuestiones estrictamente políticas) y Acció Alternativa (un partido trotskysta). Redacté el programa de Alternativa Europea (continuación de TVS) por esas mismas fechas, pero no me integré en el partido por la excesiva presencia de skins y ultras, que representan para mí el enemigo absoluto (más que los partidos parlamentarios). De todo esto hace más de 15 años.

Se me reprocha que haya militado en organizaciones políticas del sistema, pero no habiendo opciones NR, cualquier partido parlamentario está más a la izquierda que cualquier grupúsculo ultraderechista. Militar en un partido del sistema, les guste o no les guste a los gurús de la ultra, es más "progresista" que mlitar en un partido de extrema derecha sea cual sea su sigla. Si he tenido mis dudas y escrúpulos con AE y el MSR, ¿qué decir de cosas como Fuerza Nueva, España 2000 o Democracia Nacional?


Mi siguiente actuación política fue como "ideólogo" de la Plataforma per Catalunya en su fase fundacional (2002). Redacté el programa del partido a fin de evitar que el tema inmigración cayera en manos de la ultraderecha pura y dura, pero tuve que conformarme con una mera transversalidad, esperando que en el futuro una oportunidad me permitiera orientarlo hacia la izquierda nacional. Lo que salió de allí es un populismo que, precisamente, está vacío de toda ideología, y mi programa no sólo no se cumplía, sino que era pisoteado con la defensa abierta que Anglada hacía del racismo y la xenofobia como etiquetas que nos permitían publicitarnos en los medios de comunicación. Harto de los fachas allí enquistados, que sabotearon mi candidatura a la alcaldía de Barcelona porque yo no era para ellos lo suficientemente "nazi", abandoné la PxC en 2003:




Posteriormente intenté que el magma de los primeros días de Ciutadans como asociación (no era un partido) derivara hacia una asamblea general abierta para, en ese marco incontrolado por la oligarquía, poder plantear los temas tabú del sistema: inmigración, corrupción política, tortura en las cárceles, globalización. Incluso le pedí a Llopart, dirigente del MSR, que me ayudara entrando en el proyecto con el fin de, al menos, poder influir en las bases y provocar una escisión de izquierda nacional, pero Ciutadans se montó desde arriba, vetaron la asamblea y expulsaron a algunos de los militantes de izquierdas que la reclamaban, por ejemplo la coordinadora de la agrupación local de Terrassa. Cuando me solidaricé con ellos, fui baneado del foro interno y me di de baja inmediatamente de la asociación. Francesc de Carreras mintió a la prensa diciendo que me habían expulsado, porque todavía conservo el e-mail con mi renuncia. La evolución posterior de Ciutadans ha confirmado todas mis predicciones, que publiqué en un artículo en El Punt:




Nunca milité, por tanto, en el partido liberal que surgió de dicha asociación cultural pilotado por el burgués Francesc de Carreras y su testaferro Pepe Domingo.


En verano del 2006, me integré en el Partido Nacional Republicano (PNR), cuya ideología socialista comparto, pero cuya estrategia sectaria y extraparlamentaria considero estéril. Con todo, intenté presentar una candidatura de izquierdas alternativa a la de Anglada en las municipales de Vic. Incluso aparecieron artículos en la prensa local donde se calificaba el proyecto como el primer intento de enfocar el problema de la inmigración desde una perspectiva izquierdista:




Pero en el último momento el PNR se echó atrás y me dejó tirado ante la prensa que me había apoyado, así que me di de baja por una cuestión de dignidad personal. No puede decirse que no haya dado la cara por la causa NR, pero los populistas son unos oportunistas que sólo buscan "carguillos" en el sistema, mientras que los radicales terminan actuando como conspiradores blanquistas incapaces de afrontar el bautismo de fuego mediático de una contienda electoral. Ni una cosa, ni la otra.



En el 2007 me uní a la escisión de la PxC que se produjo en Lleida con el fin, lo repito, de refundar la Plataforma per Catalunya como proyecto de izquierda nacional. Redacté el programa del Partit per Catalunya y definí la organización como partido de los trabajadores (los usuarios pueden comprobar este dato entrando en la web del PxCat). El programa en cuestión fue aprobado el 13 de enero de 2009 en el Congreso Fundacional. Sin embargo, ya en las autonómicas empezaron los choques con Figuerola cuando envié notas de prensa presentando al partido como proyecto de centro-izquierda (mi intención era llegar gradualmente a posiciones de izquierda nacional pura y dura, sin complejos):




Figuerola, cuando se dio cuenta, retiró de la web los textos en los que aparecía dicha palabra "maldita". L'esquerra és el dimoni. En el Consejo Nacional de verano de 2008 lo intenté de nuevo. Así, presenté una ponencia explicando que los trabajadores eran los principales perjudicados por la actual política de inmigración; no podíamos definirnos como partido de centro liberal porque el liberalismo es el principal promotor de la inmigración y el centrismo se corresponde sociológicamente con las clases medias, no con la masa de "mano de obra sin cualificación", pero es que además precisamente las clases medias se benefician de la inmigración tanto o más que la alta burguesía capitalista. El debate se hizo imposible porque Figuerola lo bloqueó y el resto del año se consumió en un impasse, calma chicha que culmina con la nota de prensa que el semianalfabeto presidente del PxCat envía por su cuenta a los medios apoyando la masacre de Gaza (10 de enero de 2009). Figuerola no firma el comunicado a su nombre, sino que lo atribuye a toda la ejecutiva, a pesar de que yo formo parte de la misma como secretario de prensa y no he sido informado. En ese momento (13 de enero de 2009) dimito de mis cargos en solidaridad con los palestinos. Figuerola no me dejó otra elección. Cuando el MSR decide apoyar a Figuerola, quedan también rotas mis relaciones con Llopart y me quedo sin poder publicar mi tesis doctoral, que iba a aparecer en Ediciones Nueva República como una fundamentación filosófica de los valores nacional-revolucionarios.


No explico en este post mi trayectoria como sindicalista en defensa de los derechos humanos de los funcionarios y de los reclusos en las cárceles catalanas, ni mi enfrentamiento (que termina en los tribunales) con los sindicatos de carceleros y torturadores de la extrema derecha de siempre. Dado que soy un "oportunista" y un "chaquetero", supongo que el enorme precio personal (un divorcio, 7 querellas criminales, enfermedad, mobbing, ostracismo profesional) que he pagado por no convertirme en un funcionario corrupto al servicio del sistema carece de importancia. Sin embargo, los interesados en ese aspecto de mi actividad pública pueden entrar en la web de Adecaf, que tiene ya tras de sí más de 13 años de brega y no ha dejado de denunciar ni un solo día los malos tratos carcelarios, la corrupción, la mentira, la incompetencia y las vergonzantes manipulaciones de la ultraderecha catalanista en el poder:




Informe contra la extrema derecha carcelaria que apareció en los medios de comunicación:




Artículo de prensa haciéndose eco de nuestro informe (que provocó un debate parlamentario):




Artículo de prensa citando a Adecaf como asociación de funcionarios autora del informe:




La pregunta es: ¿algún derechista se deja la piel reivindicando los derechos humanos de los reclusos? ¿Algún chaquetero sacrifica su carrera profesional por esa causa? ¿Algún "trepa" del populismo xenófobo al uso lleva 30 años enfrentado a la puta extrema derecha? Se trataría de preguntas elementales para los que sepan lo que significa la palabra decencia.

Jaume Farrerons
10 de septiembre de 2009

NOTA. Esta entrada se publicó en respuesta a unas injurias aparecidas en el Foro Frente Negro, el cual fue finalmente suprimido por el propio servidor a causa de las dudosas actuaciones de sus administradores.

diumenge, de març 29, 2009

Ernesto Milá, el escribiente en prosa y el chamán

El ultraderechista convicto y confeso Ernesto Milá, conocido en la cárcel y no precisamente como funcionario de prisiones, dedica en su blog un artículo a quienes califica de "odiadores" y se refiere en este sentido a un tal Farrerons. ¿Se tratará de mí, alguien sin importancia que, a diferencia de él --"guerrero político" hipnotizado ante el espejo y de amor narcisista pleno-- no he aceptado nunca ejercer el rol de leader? ¿De mí, que he asumido una y otra vez el modesto papel del ideólogo, redactando los programas de Alternativa Europea, Plataforma per Catalunya y Partit per Catalunya (los cuales, por cierto, siguen vigentes), todo ello, en algunos casos, sin ostentar un cargo en la organización? ¿Sin ser ni siquiera afiliado, es decir, por motivos de servicio ético anónimo? (motivos totalmente incompatibles con el autoendiosamiento ridículo que, fruto de su formación en "ciencias ocultas", y encima autodidacta, caracteriza al señor Milá).

Supongo que, al hablar de Farrerons, licenciado en filosofía, funcionario de prisiones y nacional-revolucionario hispánico en cuanto al ideario político, no se trata en ese lamentable blog del gran maestre de la logia masónica catalana con idéntico apellido. Pero, al mismo tiempo, en lo que farfulla Milá, abstracción hecha de los mencionados parámetros identificativos generales, no reconozco absolutamente nada que se corresponda mínimamente con mis pautas de conducta. De ahí que haya llegado a dudar seriamente de que el Farrerons de Milá y quién suscribe el presente pliego de descargos nombren a la misma persona.

Ahora bien, en el supuesto de que ese Farrerons carcomido por la envidia hacia el "escritor" (risas en off) Ernesto Milá pretenda -en opinión de Milá- ser Jaime Farrerons Sánchez, aclaro: a/ nunca, en toda mi vida, he presentado ningún manuscrito sobre Heidegger a una editorial que lo haya rechazado, y reto a Pinocho Ernestito a que pruebe lo contrario; b/ jamás he sentido la vocación de ser periodista y no estoy frustrado por no serlo, de manera que no tengo que autoeditarme como hace el señor Milá para satisfacer su vanidad, apestando el mundo con auténtica basura pseudo literaria que nunca querría ver asociada a mi filosófica persona; c/ en el acto de la OTAN del que habla Milá, con Colomar como oficiante principal, no hablé de Auschwitz, en realidad sólo he hablado de Auschwitz muy recientemente, o sea que Milá miente al por mayor en todo lo que rebuzna; además, me di de baja de la Plataforma Nueva Europa cuando ésta dejó de considerarse "nacional-revolucionaria", pues sepan quienes lean este blog que empezó siéndolo a instancias mías y de Colomar hasta que, a ojos del propio Colomar, de Milá y de Enrique Moreno, que seguían en esto a Julius Évola, la nación devino de la noche a la mañana un "fenómeno burgués" !Quien lo diría, yo que no he dejado nunca de considerarme públicamente nacionalista, mientras estos críticos del nacionalismo en los años 80 han pasado por mil denominaciones doctrinales, lo que no les impide ahora presentarse de repente en el escenario de la ultraderecha a salvar precisamente la nación amenazada, y encima amenazada por ese mismo islam que, también en los años ochenta, !oh parajodas!, alimentaba sus arcas doctrinales a base de ociosas lecturas de René Guénon; d/ da pena que Milá me reproche haber desfilado por tres partidos políticos, cuando, siendo decenas las organizaciones que han tenido la desgracia de tratar con él, su trayectoria en este sentido sea infinitamente más extensa que la mía, pero también más vergonzosa, porque yo nunca he sido expulsado de ningún partido -y puedo probarlo presentando las correspondientes documentos de baja voluntaria, en algunos casos publicados por la prensa-, cosa que Milá no puede sostener en serio; ni he intentado reventar organizaciones enteras actuando a sueldo de oscuros agentes de las cloacas, algo de lo que este "escritor" (risas en off otra vez) no se puede desentender tan a la ligera (existen demasiados testimonios en su contra y algunos de ellos trabajan o han trabajado para los servicios de información del Estado y han llamado por teléfono a terceros para amenazarnos en nombre del CNI si seguiamos vulnerando la ley de secretos oficiales); e/ es cierto, he pasado por varios partidos políticos y los he abandonado porque, una vez conocida la idiosincrasia ética de sus dirigentes (el caso de Anglada es flagrante), no se correspondían con lo que para mí debe ser un liderazgo aceptable, pero, ¿puede reprochárseme que deje atrás a los individuos en los que dejo de creer (el primero, ya en mi juventud, el impostor Ernesto Milá Rodríguez), cuando es precisamente por motivos ideológicos y éticos que una persona decente debe normalmente afiliarse y darse de baja de este tipo de organizaciones? ¿Resulta tan extraño que alguien que se afilía a un partido lleve consigo en su equipaje ciertas legítimas expectativas que orienten su acción y que, si éstas no se cumplen, se vaya? ¿O, por el contrario, debería seguir allí por algún motivo ajeno a la ideología y a la ética, un motivo quizá incluso hasta inconfesable, como es propio de los saboteadores del Cesid? Porque no me parece grave cambiar de partido para poder seguir siendo fiel a la ideología, lo grave es cambiar de ideología -o no tener ninguna, excepto el culto al "político" como tal- para satisfacer los intereses de un partido. O sea, que sí, que he militado en varios partidos y al final me he alejado de los mismos, pero, en cambio, es totalmente falso que yo les haya dado el portazo porque unos guerreros evolianos emplumados que se consideran superiores de nacimiento (sin otra prueba de esa elevación que, supongo, el especial ruido de sus ventosidades) y en cualquier caso siempre por encima de la razón, no quisieran escuchar peroratas filosóficas: nunca, en toda mi vida, he hablado de filosofía en los actos oficiales de un partido; f/ ENSPO no fue jamás una organización partidista, sino un proyecto cuyo papel y sentido metapolítico he explicado en varias ocasiones (no voy a repetirme aquí), en cualquier caso no pretendí hacer política con el Ens Potencialista, sino plantear la diferencia entre una empresa de marketing basada en cierto recetario económico (los tinglados electorales del sistema) y un proyecto político que esgrime una alternativa de valores éticos a la sociedad de consumo, principios que, forzosamente y salvo fraude -y ahí empiezan los problemas para la gente como Milá-, deben ser encarnados existencialmente por quienes los reivindican; g/ Milá ha escrito toda clase de basura pseudo literaria sobre, por ejemplo, la magia, a fin de intoxicar el campo nacional-revolucionario con ideas de carácter irracionalista, pero si no es así, si cree firmemente en lo que ha emborronado sobre los sufridos papeles que soportan sus pestíferos eructos mentales, entonces aquello que está en entredicho no es su honestidad intelectual, sino simplemente su salud psíquica, y no puede andar insinuando que yo necesito un psiquiatra cuando él ha sostenido ante varias personas -en un hotel de Zaragoza, si no recuerdo mal- que "cree" en algo así como el "rayo verde" en cuanto arma mágica contra los artilugios técnicos de la (mera) razón: alguien que reivindica tales milongas iniciáticas con él mismo puesto en un pedestal como chamán de turno para impresionar a algunos pobres chavales y destrozarles el espíritu de una tacada, es, o bien un cínico que trabaja para terceros con fines poco amigos de la luz, o bien un desequilibrado mental -o bien, tal vez, ambas cosas al mismo tiempo-; h/ no siento la menor envidia hacia Ernesto Milá porque se autoedite libros deleznables pagándolos, en el mejor de los casos, de su bolsillo, pues mi presunto rencor debería entonces dirigirse más bien hacia las miles de personas que cuentan con editoriales reales que les financian sus obras y son auténticos escritores profesionales consagrados ¿Por qué precisamente iba a envidiar a un plumífero autoeditado que vomita auténtica porquería digna de lástima y no a Ken Follet, Julián Marías o Paco Umbral, pongamos por caso? ¿Por qué, si me muero por ser un Hölderlin y no puedo, habría de fijarme justamente en Ernesto Milá y no en el articulista y catedrático Francesc de Carreras, el inspirador de Ciutadans (al que desprecio)? Lo que me hace compadecer, lejos de odiar, a Ernesto Milá, no es su... "éxito literario" (!!!jua, jua, jua, jua, jua!!!!), sino su trabajo de envenenamiento de una generación entera de militantes NR, que han sido apartados del genuino conocimiento, a saber, la ciencia y la filosofía, para caer en el pozo hediondo de cosuchas como el esoterismo, la teosofía, la alquimia, la magia, el islam, etcétera, todo ello en beneficio del sistema, que ha promovido, a través de Milá y de sus repugnantes amigos del Cesid (y él ya sabe de qué clase de serpientes estoy hablando), esta identificación personal irracionalista, política y humanamente ruinosa, de los futuros cuadros del movimiento, abortando de antemano toda posibilidad de acción política seria en el campo NR. Y ahora, cuando la historia nos ofrece una oportunidad única, que nunca se repetirá, de pasar a la ofensiva, resulta en España no disponemos de las organizaciones ni del personal necesario, por culpa, precisamente, de gentes como Milá.

Desde hace décadas -en realidad, casi toda mi existencia- estoy embarcado, es cierto, en la fundamentación ideológica de un proyecto político NR basado en Heidegger, el filósofo más importante del siglo XX como reconocen incluso los antifascistas más belicosos del gremio de Sócrates (véase, v.g., Jürgen Habermas). Este mi plan de vida por el que, al parecer, debería sentir vergüenza al decir de ciertos chivatos parapoliciales semianalfabetos, me ha llevado a cursar estudios universitarios y a presentar trabajos de investigación que han sido muy bien valorados por el tribunal académico. He intentado traducir este esfuerzo y este logro en herramientas concretas de lucha, es decir, en programas políticos que, insisto en ello, siguen vigentes, como el de la Plataforma per Catalunya, a pesar de que Anglada, con su aceptación del rótulo de racista y xenófobo como peaje por la publicidad mediática gratuita de los medios, no lo cumpla. No tengo prisa en publicar, quizá llegue el momento, pero cuando lo haga, no será desperdicio milanero lo que vea la luz, sino una propuesta de pensamiento seria y digna de crédito, algo que los escribientes y delatores de La Casa no pueden ni soñar sacar de sus mentes, porque su intelecto es incapaz de ir más allá de informes tácticos y de pretensiones pseudo espirituales acordes con los refritos teosóficos de escritorzuelos como Guénon, Evola, Serrano... En suma: no creo que haya ONVIs nazis en la Antártida, ni que Hitler fuera el último avatara o cretinadas semejantes. Discúlpenme los ingenuos que se hayan tragado el cuento.

Hasta que llegue el momento, prefiero no publicar nada, menos todavía por el simple afán vanidoso de ver mi nombre impreso en una portada y poder envanecerme ante ilusas mujeres en calidad de "escritor". Como dice Nietzsche: el mundo de la cultura apesta a chusma que escribe. Hay demasiados libros. La tecnología le permite pavonearse como profesional del pensamiento a un mentecato iletrado cualquiera. Así que conste que he podido publicar ya en varias ocasiones y existe un libro apalabrado, mi tesis doctoral, que le pienso enviar al señor Milá gratuitamente, por aquéllo de que quizá aprenda algo. Pero no sufro por ello. Lo que yo deseo de verdad es poner en marcha un proyecto que alguien como él, en su vacuo cinismo de Realpolitik barriobajera, no puede ni siquiera llegar a imaginar.

El pedestre y torrentista señor Milá, herido en su vanidad por ciertas informaciones aparecidas en internet a lo largo de años, no da más de sí, es un incompetente intelectual y sublima su inepcia con burlas patéticas sobre presuntos "rollos filosóficos", léase: conocimientos y disciplinas que le rebasan. El guerrero evoliano, quien caga de pie sobre las ruinas... de la ética, y cabalga un cochecito de madera -no tiene carnet de conducir- llamado tigre en el contexto de su tempranamente perdida dignidad política, se ha mirado una vez más a sí mismo al espejo al final del camino y se quiere, en el postrero sueño de una existencia repleta de pretensiones vulgarmente enormes pero frustradas, un escritor consagrado que "ha publicado más de treinta libros", pero que olvida el hecho de tener que trabajar a comisión en la venta de pisos, que visitar una mañana sí y otra no la oficina del INEM, que recurrir, él mismo lo reconoció, a los estados alterados de conciencia para superar sus frecuentes crisis psicológicas... Pues este personaje enfermo de soberbia y por este motivo lleno de odio hacia todos los que no se le someten (él ha querido mandar, yo, por el momento, repito, me he conformado con el segundo plano del ideólogo apoyando a energúmenos que no me rozan con su calva ni la suela del zapato), sabe que cívicamente, y más allá de la anécdota periodística sobre la ultraderecha, no es nadie, que carece de prestigio y credibilidad, que no tiene profesión conocida (o la tiene, y demasiado conocida, pero eso no es digno, y ni siquiera da para vivir) y, en los momentos de lucidez, cuando desciende a la realidad desde el cielo ficticio de su mente nutrida por las sustancias gnoseológicas, entiende también, en fin, que no puede llamarse periodista -mucho menos, escritor- porque nunca ha ejercido como tal y porque no aprendió a escribir excepto como escribiente autoeditado de panfletos infumables sin interés.

El señor Milá no explica que escribe, sí, pero en revistas "esotéricas", que es como decir en la prensa rosa pero todavía un escalón más abajo... ¿Es cocinero un churrero? Sí y no. En cualquier caso, ¿podría yo envidiar a un periodista del corazón o a un articulista de "Karma 7" o de "Mundo Desconocido"? No sólo no los envidio: para mí sería una mancha en mi trayectoria verme asociado a semejantes negocios de tercera división, siempre al límite del fraude. Milá intentó montar una revista de seguridad, pero no le salió bien, el balance fue un tanto (in)seguro; quiso dirigir un suplemento mágico en el diario "El Mundo" (donde no le conocían, al parecer), pero -según me han contado- bastó una llamada a "El País" explicando cuáles eran sus méritos para joderle el invento; era allá por el año 1997... Milá ha montado su editorial, Pyre -no voy a caer en la broma fácil de sugerir que se trata de una firma de pyrados, no-, desde la que intenta dar lecciones de geopolítica acreditándolas con un currículum impresionante... ¿Cuál y de dónde? ¿Quizá de la universidad de verano del carnicero dictador sudamericano García Meza? Tal vez fue allí, en efecto, que Klaus Barbie le concedió un doctorado horroris causa. Pero, ahora en serio, ¿con qué autoridad puede pontificar Milá de temas científicos, politológicos, diplomáticos? ¿Acaso con la que le concede la parapsicología? Es ufólogo (la cosa va de naves espaciales). La verdad es que no se entiende eso de que se pretenda escritor. Un escritor escribe ensayo, literatura, poesía... Un profesional literario vive de su trabajo en las letras. Milá gasta dinero en publicar bodrios sobre magia... Pero si él es feliz pensando que se merece el título de escritor, adelante, acepto pulpo como animal acuático y Milá como "intelectual" neonazi (véase Wikipedia).

Mas yo sí puedo decir que tengo una profesión de verdad o lo que la mayoría de la gente entiende por tal, a saber, la de funcionario público de instituciones penitenciarias, y no necesito propinas cloacales ni editoriales fantasma para llegar a final de mes: gano más que un profesor. Cursé una carrera universitaria y gané unas oposiciones. He obtenido el Diploma de Estudios Avanzados (suficiencia investigadora) o D. E. A. y preparo una tesis doctoral. Evidentemente, méritos muy menguados de los que no cabe ensoberbecerse, sobre todo ante el saber que un "iniciado" puede obtener mediante el LSD, por decir algo. También es cierto que determinados acontecimientos me han hecho avergonzarme del comportamiento de algunos carceleros que no reconozco como colegas míos, pero sepa el señor Milá que mi sueldo -y eso es lo que define la profesionalidad, conviene subrayarlo: la nómina- es fijo como el de todos los funcionarios, con la diferencia de que, para más inri, de lunes a viernes no estoy obligado a fichar, soy un hombre libre porque gracias a mis méritos he ganado por concurso un horario laboral envidiable que me hace independiente de cosas como las que mueven a los desesperados adictos a los fondos reservados. También es verdad que conservo la ilusión de ser profesor de filosofía en un humilde instituto de secundaria (trabajando de lunes a viernes y ganando menos), pero, de momento la cosa tira para largo; lo que tengo claro es que nunca hubiera preferido ser como el señor Ernesto Milá, aunque él se revuelque de placer pensando cómo le envidio, una forma como otra de evadirse de su patética realidad cotidiana y de su "edificante" pasado de hombre "cumplidor de la ley" (¿risas o llantos?).


Es falso que sólo me dedique a hacer recuentos, a abrir y cerrar celdas (Milá sólo conoce nuestro trabajo por lo que un preso ve en la galería, y no por casualidad), sino, de un tiempo a esta parte, a la dactiloscopia y otras tareas harto complejas, como informes sindicales (a la fiscalía, a Amnistía Internacional, a la Universidad de Barcelona) y verdaderos trabajos de investigación que, estos sí, han aparecido en los medios de comunicación (aunque no cobre por ellos). Frente a los subproductos de otros grises personajes (en esto tiene razón Milá, él es una criatura crepuscular de un perfil tremendamente grisáceo, como las gabardinas de la policía), cuyos zurulos mentales son sufragados con los recursos del "montepío de reptiles" que se presupuestan para tales menesteres escatológicos, yo, que no me siento un guerrero evoliano ni un intelectual -!!!Dios me libre!!!-, sino un simple mortal dispuesto a dejarse la piel por una causa, la de la verdad, que considera digna de los mejores adalides, no me quiero ahorrar el cansancio y la seriedad de ascender los esforzados escalones tanto del conocimiento científico (tarea que, al parecer, tiene su sede en la universidad, pero ¿sabe Milá lo que es eso?), cuanto de los deberes profesionales o vocacionales en el sentido más decente del término (que Milá desconoce), en mi caso la función pública penitenciaria, el camino que escogí hace ya mucho tiempo y al que he dedicado también no pocos menesteres de pensamiento y acción (pregúnteseles si no a los carceleros de extrema derecha, quizá amigos suyos, a los que he torpedeado tres sindicatos: USO, Catac y, ahora, UGT, sección prisiones).

Así que le recomiendo a Milá que se olvide de mí. Yo, por mi parte, ya he puesto al guerrero evoliano en su lugar, que es el de una rana aplastada al paso de un coche deportivo, y no pienso perder ni un minuto más con el aburrido tema de replicar a las pataletas narcisistas de un enorme ego herido que quiso ser jefe pero al que las urgencias económicas del día obligaron, sin que razonablemente abandonara tan delirantes pretensiones, a prestar sus dudosos servicios precisamente en el campo contrario y en provecho de aquéllos canallas a los que (supuestamente) quería hacer morder el polvo.

En definitiva: no, no acepto a Milá como Führer, no me someto a él y además lo considero un político torrentista ridículo que intenta hacer chistes sin ninguna gracia y juega a ser irónico pero nunca logra despegar de la mediocridad más somnolienta. Milá no puede, empero, tolerar que le recuerden cuál es su patencia de fracasado político y profesional. Le irrita que no le reconozcan su presunta jerarquía de dirigente y de depositario del conocimiento iniciático -superior a la mera razón- al que él dice tener acceso privilegiado pero que al parecer no le sirve más que para el marketing inmobiliario y las chapuzillas editoriales. Está indignado porque no contribuyo a inflar el globo circense de su liderazgo, pero, ¿qué le voy a hacer si no sólo no creo en él sino que la simple idea de tormarme en serio a semejante personaje, con su filosofía de pacotilla, su rayo verde y su magia para tontos, desencadena en mí compulsivos ataques de risa? ¿Puedo yo evitar que esté públicamente desprestigiado a ojos de todo el mundo, pero insista -!oh, sueño de juventud!- en capitanear a la extrema derecha como inminente Le Pen de las Españas? No es por soberbia que yo me niego a tener en consideración a Milá, piénsese que yo acepté un tiempo a Anglada como presidente de la PxC hasta que sus inercias ultras y su falta de respeto hacia las personas que con él colaboraban por idealismo me obligaron a detraerle mi -hasta entonces- encendido apoyo. Pero Anglada es más eficiente, serio, constante y realista que ese hazmerréir político ciclotímico llamado Milá. Así que no puedo comprender su rencor hacia mis críticas, en las que yo nunca le he nombrado directamente. Que reflexione: no es alguien de confianza, no tiene medios ni formación, ha traicionado a todo el mundo con auténticas puñaladas traperas, se adora a sí mismo y uno sabe que, tarde o temprano, montará la habitual "ernestada" narciststa, que justificará ante su conciencia como la necesaria genialidad del aventurero en medio de una gente mediocremente leal; hay, además, indicios más que creíbles de su vinculación con la empresa del alcantarillado, sostiene ideas cachondísimas sobre la verdad y la racionalidad, en fin, que como número cómico o personaje de ficción humorística, muy bien, pero no puede odiarme porque no le acepte como dirigente.

Te lo digo en primera persona, Ernesto: lo siento, payaso mágico-iniciático, que te jodan, no te voy a obedecer, te pongas como te pongas. Y ahora lánzame el rayo verde. !Venga! !Chamán! !Que tú puedes hacerlo y no necesitas matones búlgaros para tapar la boca del desafecto! Sigue, por lo demás, con salud, que a tu edad hay que cuidarse.

Jaume Farrerons
29 de marzo de 2009