dijous, de gener 04, 2007

Esencia del nacionalismo catalán

Para los que estamos en Ciutadans de Cataluya, el nacionalismo catalán actual designa de forma exacta y rigurosa todo lo que no queremos en política. Por tanto, hay que hacer un esfuerzo e intentar definir ese nacionalismo, no sea que, por desconocimiento de sus más oscuros y secretos recovecos, lleguemos a caer en algunos de sus vicios. Además, la definición del nacionalismo tiene una ventaja, a saber, que si en un tema los nacionalistas hacen o dejan de hacer de una determinada manera, normalmente podemos deducir que la correcta será la contraria. El método resulta casi infalible. Por tanto, es importante responder a la siguiente pregunta: ¿qué es el nacionalismo catalán actual?

Atengámonos estrictamente a los términos del planteamiento. No cuestionamos qué sea el catalanismo en general o qué fue o podría haber sido o será el catalanismo: mi problema, al menos, tiene que ver con el nacionalismo catalán actual, que ostenta nombres y apellidos. Si en el futuro, un hipotético catalanismo fuera capaz de traer más democracia, más progreso y más justicia a este país, yo no lo rechazaría de antemano. La cuestión, ahora, es que este nacionalismo, y me consta porque lo he conocido a fondo, sólo puede llevarnos a la ruina como pueblo.

Ante todo me interesa el motor secreto del nacionalismo catalán actual, su núcleo aglutinante más allá de las siglas, de los símbolos, de los partidos, de las ideologías y de los personajes.
Es, primero, un sentimiento, no una idea.
Segundo, de entre todos los sentimientos posibles, es un sentimiento de odio.
Tercero, de todos los objetos de odio posibles, el nacionalismo catalán actual ha elegido uno, y no la injusticia precisamente, no, sino una entidad denominada España y definida por el uso de una lengua, a saber, la castellana.
Por ende, el nacionalista catalán coherente tiene que odiar, de manera necesaria, a la mitad de los catalanes, es decir, a todos aquellos que hablan castellano y que en este país suman más o menos 4 millones de personas. La realización de los objetivos nacionalistas, la separación de España, la independencia, es así, de forma automática, la escisión interna de Cataluña y la discriminación de una parte de sus habitantes.
Pero además, en la parte de los catalanohablantes, el nacionalismo actual también genera una segregación. Así, están los catalanohablantes nacionalistas y los no nacionalistas. Los segundos constituyen un estrato intermedio entre los castellanohablantes y los catalanes sectarizados, es decir, obedientes a las consignas de odio y deseosos de servir a sus jefes.
Y luego, dentro del subconjunto de los nacionalistas, que aproximadamente suman un millón y medio de personas, todavía existen clases, porque el hecho de ser nacionalista no representa ninguna garantía de nada, no, además hay que pertenecer a determinados círculos, a determinadas familias, tener unos apellidos concretos, ser católico (de derechas o de izquierdas), etcétera.
De entre las filas de los nacionalistas, se encumbran en el horizonte del beneficio unas 200 familias aproximadamente. Se calcula que existen 400 personas en Cataluña que pueden darse la mano casi todos los días en la mayoría de los enclaves sabrosos de la sociedad catalana, en las instituciones, en las ONGs, en las cúpulas de los partidos, de las grandes empresas, allí donde, en general, "se toca" poder.
Cuando los políticos catalanes hablan por ahí de "más poder para Cataluña", en realidad no están hablando de los habitantes de este país, de esta comunidad autónoma del Estado español, pero tampoco de los catalanes de apellido, de los que hablan catalán, y ni siquiera de los que, dentro de ese 50% del censo, se declaran nacionalistas. No. Más poder para Cataluña -y esto los catalanes de apellido y los nacionalistas de base deberían saberlo- significa más poder para las 200 familias y las 400 personas que ya lo controlan casi todo y quieren eliminar ese "casi" para alcanzar el optimum vital al que pueden aspirar: el control absoluto de la comunidad autónoma.
Por ello, entre otras cosas, echo de menos algo en el segundo manifiesto de Ciutadans de Catalunya, a saber: un mensaje de esperanza para esos 3 millones de catalanes de apellido y lengua que no son nacionalistas pero que se sienten orgullosos de ser catalanes y que, con el texto en la mano, quizá terminen siendo tentados a engrosar las filas del nacionalismo. Y también encuentro a faltar un mensaje de esperanza incluso para los miles de nacionalistas que, adoctrinados en el odio a España y a los españoles, en su vida cotidiana practican el amor, el compromiso con su tierra como una suerte de virtud cívica y ética. ¿No hay para ellos otra versión del catalanismo que la actual? ¿Vamos a darle un objeto concreto, palpable, a ese odio virtual que los sinvergüenzas de la oligarquía, en beneficio propio, han inculcado en sus corazones? ¿No sería posible colocar ante ellos la posibilidad de un patriotismo cívico, basado en el amor y el respeto a la ley?

Finalmente, quisiera echar una ojeada a dos cuestiones que analizaré más adelante en otros artículos pero que tienen mucho que ver con lo que acabo de decir.
Se trata, en primer lugar, de la cuestión del respeto a la ley, sentimiento que el nacionalismo catalán actual corroe desde la base por su misma naturaleza segregacionista. En efecto, según afirmó Núria de Gispert, ex consellera de Justicia, en una carta a sus propios afiliados de Unió, el compromiso político nacionalista está "més enllà de la llei". ¿Qué significa esta frase enigmática?Conviene aclarar que la carta de marras se redactó en plena tempestad por los escándalos de corrupción que han sacudido a todos los departamentos de la Generalitat controlados por Unió, el partido de Duran i Lleida y de la propia De Gispert. Estamos ante una confesión que aclara mucho sobre la naturaleza del nacionalismo catalán actual, a saber: toda vez que el sistema legislativo vigente ha de ser suprimido cuando Cataluña consiga la independencia, la ley no debe inspirar ningún respeto (respeto, un sentimiento asaz democrático). Y cuando digo ley me refiero tanto a la Constitución como al más humilde reglamento, por ejemplo el de prisiones; a la idea y al concepto mismo de "norma", que algunos juzgan puramente instrumental pero que es inseparable de una vida humana digna de ese nombre. Así, si el cumplimiento de la legalidad puede traducirse en un escándalo que afecte a la imagen internacional de Cataluña. Pensemos por ejemplo en un caso de malos tratos carcelarios -y no me coloco precisamente en el terreno de la ficción-, entonces hay que silenciarlo, lo que implica dejar escapar a los maltratadores, lo que tiene como consecuencia que éstos salen reforzados y, sabedores de su impunidad, perpetrarán más malos tratos, lo que supone que la rehabilitación de los presos devendrá pura ficción y la institución penitenciaria, fundamento fáctico de la ley, se derrumbará por su misma base, lo que a su vez...
Al nacionalismo no le importan las consecuencias de sus actos, sino sólo el objetivo que quiere conseguir a toda costa, a saber, la independencia, lo que significa: el poder absoluto para las 200 familias que mueven, en interés propio, todas las redes de complicidades que van desde el guiño al racismo y el terrorismo a la corrupción; desde el enchufismo administrativo a la persecución de los disidentes, etcétera.
La segunda cuestión que me interesa es la de las consecuencias de un eventual éxito electoral de Ciutadans de Catalunya, que se traducirá, a mi entender, tarde o temprano, en un retroceso del PSC y del PP, por un lado, y en un avance de ERC y CiU por otro. Por tanto, tendremos un gobierno de Frente Nacionalista resumido en la siguiente fórmula, que veo pintada como graffiti en muchas esquinas de nuestras ciudades y pueblos: ERC+CIU=Catalunya.
¿Qué le ocurrirá a este país bajo un gobierno bipartito de semejantes características? Nada bueno. Por ello, quisiera concluir con tres núcleos temáticos interrelacionados:
1/ necesidad de introducir, dentro del discurso de Ciutadans de Catalunya, un espacio no hegemónico pero sí relevante, que ensalce un catalanismo basado en el patriotismo cívico, el amor al país y el respeto a la ley. Ya hemos visto que una cosa va con la otra, el desprecio a la ley y el odio a España son lo mismo, porque la postura antiespañola, es decir, separatista, vacía de contenido la legalidad vigente.
2/ la realidad del catalanismo es incontestable, Cataluña no va a dejar de ser catalanista, de lo que se trata es de fragmentar el bloque oligárquico que mueve los hilos emocionales generando en su interior disidencias que lo debiliten entre los catalanes de apellido y lengua e incluso entre los nacionalistas desengañados.
3/ la posibilidad de revisar la historia de Cataluña para detectar los elementos de una catalanidad de la idea, no del sentimiento, de la ley, no de la lengua, y de la democracia, no de la oligarquía, para así culminar el proceso de transversalización de Ciutadans de Catalunya (en el primer manifiesto se declara de centro izquierda, ahora acoge a todos excepto a los catalanistas) con una auténtico desafío al nacionalismo, algo que de verdad le va a dar miedo: una concepción democrática del catalanismo.

Jaume Farrerons
29 de marzo de 2006

Decálogo contra el catalanismo oligárquico

Todo lo que aparezca escrito en el blog de Jaume Farrerons se fundamenta en los siguientes axiomas y prescripciones ético-políticas:

1/ Cataluña está gobernada y controlada por una oligarquía socioeconómica transversal a los partidos políticos y que funciona como una mafia. Es necesario concebir la casta oligárquica como un bloque compacto que identifica nítidamente al enemigo político del pueblo catalán. La exigencia de abolición del Estado de las Autonomías, la infamante expulsión de la monarquía y la democratización del Estado español son las consecuencias lógicas inexorables de la crítica antioligárquica.

2/ Independencia significaría, actualmente, más impunidad para las doscientas familias que usurpan las instituciones y enclaves de la sociedad catalana manipulándolas en beneficio propio. Debemos rechazar la independencia no por un folklórico “españolismo” de opereta, sino porque nos va la vida en ello como personas, ciudadanos y trabajadores catalanes. Promoveremos sin tregua una nacionalidad hispánica, unitaria, republicana, democrática y laica.

3/ Soberanía equivale, hoy por hoy, a aumentar la opresión que ya padece el pueblo catalán. La ofensiva contra el catalanismo oligárquico tiene que ser concebida como una lucha por la libertad, no como la defensa de otro nacionalismo contrapuesto al catalán, porque al confrontar Cataluña y España en el mismo plano se refuerza el lenguaje propagandístico propio de la oligarquía. Semejante actitud no debe confundirse con la de los llamados no-nacionalistas, que condenan el nacionalismo español desde posiciones liberales, las mismas que hacen posible la existencia de oligarquías socioeconómicas similares a la catalana en todo el planeta. Francesc de Carreras, el promotor de Ciutadans, es un miembro frustrado de la oligarquía catalana, dato decisivo que se ha puesto de manifiesto en la metodología vertical que teledirigió -con el payaso Boadella como oficiante público- el surgimiento y postrero descrédito del partido "Ciutadans. Partit de la Ciutadanía". Este penoso tinglado electoral fue desde sus inicios un engendro próximo al PP para captar votos de izquierdas en las zonas castellanohablantes y obreras de Cataluña. Tamaña impostura derechista debe ser combatida como si se tratara de la peste bubónica, porque justifica la reacción oligárquica autóctona, atribuyéndole de prestado tintes progresistas. Para combatir eficazmente el independentismo catalán, tanto el PP como Ciutadans deben desaparecer de nuestra comunidad autónoma. Los catalanes hispánicos no ganaríamos nada pasando a depender de otra oligarquía, tan corrupta como la montserratina, a saber, la española, representada por el Partido Popular. Otro tanto cabe afirmar del partido liberal-oligárquico español UPyD.

4/ Cataluña no es una abstracción simbólica, sino el conjunto de personas concretas que sufren la arrogancia y los abusos del régimen familiar. Tenemos que escapar de las trampas sentimentales, nutridas por el odio a España, con que la oligarquía independentista intenta manipular a los catalanes, y hemos de actuar reclamando siempre, frente a las extorsiones del entramado mafioso, el estricto cumplimiento de la ley.

5/ El catalanismo de izquierdas, del PSC a Iniciativa per Catalunya-Verds, pasando por ERC, constituye una ficción del dispositivo transversal: todos forman parte de la oligarquía. Hoy por hoy es ya una necesidad histórica inaplazable constituir en Cataluña una auténtica izquierda, liberada tanto del independentismo marxistoide cuanto de las hipotecas ideológicas cristiano-conservadoras cocinadas en Montserrat.

6/ La historia del nacionalismo catalán está plagada de crímenes inmensos que se nos quieren ocultar emitiendo como nube de gas la imagen de la famosa "memoria histórica" del franquismo. La clamorosa verdad ensordecida es que bajo el gobierno de Lluís Companys (ERC) como presidente de la Generalitat, más de 8300 personas fueron torturadas y asesinadas en "checas" (cámaras de suplicio) montadas por la CNT o por partidos y sindicatos que actualmente forman el tripartito. El tipo de nacionalismo, socialismo y sindicalismo que los nacionalistas de izquierdas representaron entonces tiene su reedición actual en grupúsculos entorno a la disuelta Terra Lliure, los cuales han renunciado a la violencia sólo de forma táctica, lo que no excluye que vuelvan a utilizarla cuando la consideren rentable desde el punto de vista de sus objetivos totalitarios. Debemos pugnar por recuperar la auténtica memoria histórica, la cual pone en evidencia los orígenes franquistas de la oligarquía y su pacto de última hora con un "antifascismo" carnicero acuñado en la fragua de Stalin.

7/ La mayor parte de los actuales dirigentes de ERC proceden de organizaciones marxista-leninistas e independentistas radicales abertzales como el PSAN, Maulets, PUA, MDT, Endavant y similares. Hay que ventilar sin descanso los vínculos ocultos entre el catalanismo oligárquico y la violencia callejera, la presión, la amenaza, la extorsión y el chantaje a los ciudadanos, cuando no el terrorismo puro y duro, inherentes al independentismo.

8/ El nacionalismo catalán es, en general, subrepticiamente racista, mantiene excelentes relaciones con el nacionalismo vasco del antisemita católico Sabino Arana (cuya doctrina ha sido reconocida y elogiada por todo el entorno catalanista) y pide ofrecer "diálogo" a una banda terrorista con más de un millar de víctimas a sus espaldas. Los ciudadanos catalanes debemos denunciar el solapado supremacismo racial que sustenta de forma hipócrita las reivindicaciones de "libertad" de la oligarquía catalana, la cual es, en todos los aspectos, reaccionaria y contraria a los intereses de una verdadera democracia.

9/ El independentismo radical, inspirado por modelos leninistas a la vez que jesuíticos, no ha dudado nunca en vincularse abiertamente a los genocidas etarras, cuya práctica neochequista de limpieza étnica en Euskadi es de sobra conocida, y ha disfrutado siempre de la complicidad del nacionalismo católico "moderado" para encubrir la existencia en Cataluña de un núcleo proetarra que trabaja con el único fin de destruir España. Tenemos que poner en evidencia las conexiones nacionalistas que rompen todos los esquemas de comprensión e interpretación automáticos basados en la dualidad derechas/izquierdas, denunciando el catalanismo oligárquico como una inmensa organización criminal que vulnera la ley de manera sistemática en todos los ámbitos de la sociedad.

y 10/ El frente nacionalista (moderados + radicales) representaría un híbrido monstruoso, repulsivo y abominable de corruptos, racistas y violentos dispuestos a ejercer la coacción contra aquéllos que sean tildados de "fascistas", etiqueta que se aplicará a todos los castellanohablantes y críticos del sistema para excluirlos de la sociedad. Es necesario concienciar a la mayoría del pueblo catalán de que el triunfo de la oligarquía transversal, es decir, la independencia, representa una formidable amenaza a las libertades civiles y no, como se nos pretende hacer creer desde TV3 y los restantes medios de prensa controlados por la oligarquía, un avance, progreso histórico o utopía en algún sentido razonable de la palabra.

Jaume Farrerons
4 de enero de 2007