La oligarquía nacionalista no es la única amenaza que pesa sobre la sociedad catalana. Aunque sea la causa directa de la fundación de Ciutadans de Catalunya, lo cierto es que este proyecto político tendrá que plantearse otras cuestiones y dar respuesta a problemas urgentes que afectan al Estado español e incluso a la civilización occidental en su totalidad. Esquematizando un poco, podemos engarzar este artículo con el anterior sosteniendo que, junto a la amenaza interna que pesa sobre los ciudadanos catalanes, existiría también una amenaza externa, cuya realidad, pese al insistente lavado de cerebro que perpetran los adalides de lo políticamente correcto, tiene un nombre y se llama islam.
Subrayo que no digo islamismo, ni fundamentalismo, he utilizado sin paliativos la palabra "islam" porque se trata de acabar con las hipocresías y la autocensura inspirada en el miedo; en una palabra: con la cobardía. Los que se han movilizado en todo el mundo por unas caricaturas y ya han provocado más de una decena de muertos en nombre de su despótico dios del desierto no son minorías, sino amplias mayorías de un movimiento totalitario que se ha quitado la máscara. ¿Qué piden? Respeto, afirman sus representantes, pero si leemos El Corán, un libro que todas las tendencias islámicas comparten como la palabra revelada de dios, resulta que esos señores tan sensibles a la sátira se dedican a insultar y amenazar de muerte a cualesquiera personas y grupos que no compartan sus creencias.
Para empezar, quisiera recordar las palabras de Giovanni Sartori, profesor emérito de la Universidad de Florencia y de la Columbia University de Nueva York: "sigue siendo verdad que la visión del mundo islámica es teocrática y que no acepta la separación entre Iglesia y estado, entre política y religión. Y que, en cambio, esa separación es sobre la que se basa hoy -de manera verdaderamente constituyente- la ciudad occidental. Del mismo modo, la ley coránica no reconoce los derechos del hombre (de la persona) como derechos individuales universales e inviolables (...)" (La sociedad multiétnica, Taurus, Madrid, 2001, pág. 53). Autor de una Teoría de la Democracia de fama mundial, Sartori no parece sospechoso de deslealtad a los valores y preceptos democráticos, lo que ha enfurecido a la inquisición progresista que intenta siempre confundir cualquier crítica del islam o de la política neoliberal de inmigración (a pesar de ser una política de globalización del mercado laboral que responde claramente a los intereses del capital) con el retorno de la ultraderecha y, por lo tanto, del fascismo (=el mal absoluto). En su obra Extranjeros e islámicos (2002), Giovanni Sartori no sólo prevé con dos años de antelación los sucesos que han sacudido Francia hace unas semanas, es decir, el primer escarceo de la revolución islámica en Europa, sino que advierte: "la religión predicada por Mahoma en el Corán es monoteísta y tan católica (entiéndase universal) como la religión católica romana: pero la primera es mucho más totalitarista, mucho más invasora y omnipenetrante que la segunda. En el catolicismo la tentación totalitarista se ha visto bloqueada de varias maneras por dos factores. Primero, la existencia previa de una civilización -la civilización romana- que nunca dejó que se destruyera su implantación jurídica. Por tanto, occidente nunca ha tenido un derecho derivado de las Sagradas Escrituras. Segundo, la iglesia de Roma no ha gestionado nunca -a diferencia del islam- el "poder de la espada". El Papa nunca ha tenido ejércitos, sables o caballería: su poder espiritual -incluso en su apogeo- siempre ha tenido que pactar con los "poderes materiales", con los señores feudales, emperadores y monarcas. Y lo cierto es que hoy, y desde hace siglos, el cristianismo se inserta en un contexto laico más amplio que lo circunscribe y delimita, separando las cosas que son de Dios de las cosas que no son de Dios" (op. cit., pág. 12). He transcrito íntegramente tan exensas citas a fin de curarme en salud frente al torrente de acusaciones que la inquisición progre va a verter sobre mí, pero mi intención es sólo, por el momento, difundir entre los internautas unos pocos pasajes de El Corán que ilustren el tremendo menosprecio que estos ofendidos acreedores de respeto manifiestan hacia todo aquello que les contradice, hasta el punto de exigir que los ateos sean pasados a cuchillo allí donde un adepto del islam los encuentre a su paso. Y esto, lo repito, no es cosa de corrientes radicales que "malinterpretan" una religión de paz ("el islam es la paz", ha dicho el sinvergüenza y mentiroso George Bush, presidente de los EEUU, ferviente aliado de la integrista monarquía saudí), sino del texto sagrado y preceptivo para todos aquellos que, independientemente de su adscripción sectaria en el seno del complejísimo mundo islámico, comparten la fe en Alá. Sobre los ateos: "matad a los ateos allí donde les encontréis" (sura 9, aleya 5), "Matadles donde deis con ellos" (s. 2, a. 191), "infundiremos el terror en los corazones de los que no crean" (s. 3, a. 151), "los infieles son para vosotros un enemigo declarado" (s. 4, a. 101), "y para los infieles tenemos preparado un castigo humillante" (4, 151), "!cuántas ciudades hemos destruido! Les alcanzó nuestro rigor de noche o durante la siesta" (7, 4), "no enviamos ningún profeta a ciudad que no infligiéramos a su población miseria y desgracia -quizá así se humillaran" (7, 94), "a los que desmientan nuestros signos les conduciremos paso a paso hacia su pérdida, sin que sepan cómo" (7, 182), "infundiré el terror en los corazones de quienes no crean. !Cortadles el cuello!" (8, 12), "que no crean los infieles que van a escapar, no podrán" (8, 65), "anuncia a los infieles un castigo doloroso" (9, 3), "si no vais a la guerra, Alá os infligirá un doloroso castigo, porque dios es omnipotente" (9, 39) "combatid a los infieles que tengáis cerca, que os encuentren duros" (9, 123), "en cuanto a los que hayan sido infieles, se les dará a beber agua hirviente y sufrirán un castigo doloroso porque no creyeron" (10, 4), "cuando queremos destruir una ciudad (...) la aniquilamos" (17, 16), "nosotros heredaremos la tierra y sus habitantes" (19, 40), "¿no ves que hemos enviado a los demonios contra los infieles para que les instiguen al mal?" (19, 83), "y no cesaron en sus lamentaciones hasta que les segamos sin vida" (21, 15), "a los infieles se les cortarán trajes de fuego y se les derramará en la cabeza agua hirviente, que les consumirá las entrañas y la piel; se emplearán en ellos focinos de hierro" (22, 19-22), "a todos les dimos ejemplos y a todos les exterminamos" (25, 39), "quienes se oponen a Alá y a su enviado serán derribados como lo fueron quienes les precedieron. Hemos revelado signos claros. Los infieles tendrán un castigo humillante" (58, 5), "los que no crean, tanto la gente de la escritura (judíos, cristianos) como los ateos (...) son lo peor de la creación" (98, 6).Si confrontamos esta doctrina violenta con lo que viene sucediendo en el mundo desde el 11-S, podremos empezar a preguntarnos con qué derecho nos piden respeto unas gentes que nos consideran "lo peor de la creación" y nos amenazan con degollarnos.Yo, por mi parte, quiero solicitar al Estado español que cumpla con su deber y me proteja frente a las constantes amenazas contra mis creencias ateas que se vierten en el manual ideológico delirante de esta secta totalitaria.
Jaime Farrerons
Figueres, 10 de febrero de 2006
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